Tuesday, October 30, 2012

EL AMOR DE DIOS DERRAMADO - DECIMA PARTE



DECIMA PARTE:
EL AMOR DE DIOS DERRAMADO
Romanos 5:5-8 “…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. 6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
De las 116 veces que la palabra amor aparece en el N.T. 75 veces pertenecen al Apóstol Pablo. Es él quien enfatiza el valor del amor como motivación para el creyente. El derramamiento del amor se efectúa mediante el Espíritu Santo y se trata de un acto creativo que enciende el amor en nosotros. Leemos en el texto que este amor se derrama, o sea fluye, inunda nuestros corazones y continuará haciéndolo para traer seguridad y regocijo constante.
Este amor fue derramado por el Espíritu que nos fue “dado” y no se trata de una conquista del hombre, sino de una provisión e iniciativa divina. El Espíritu Santo ya no está fuera de nosotros, habita ahora para siempre en nuestros corazones. El amor de Dios se puede derramar en nuestros corazones porque se derramó primero en el Calvario y se manifiesta por la muerte de Cristo.
Nuestra salvación no fue una cuestión de Dios darnos ejemplo, sino de llevar Él nuestra culpa en la cruz del Calvario. Es por eso que el amor está tan ligado al sufrimiento, porque Cristo sufrió el martirio la cruz y el dolor que nos correspondía a nosotros y todo lo hizo por AMOR. Su muerte fue una muerte redentora necesaria para el cumplimiento de las promesas de salvación.
También hay que entender que Cristo no murió por la gente buena sino por el pecador, los débiles y los enemigos de Dios. Éramos hombres débiles, muertos, pero esto ha sido cambiado porque Cristo puso su vida por nosotros en la Cruz del Calvario. Esa muerte de Jesucristo nos muestra que Dios nos ama. Entonces, ¿De qué está hablando Pablo? que la manifestación suprema del Amor es Jesucristo mismo.
Éramos enemigos, impíos, pero Dios, en la reconciliación, lo ha cambiado todo, porque reconciliar = significa, cambiar completamente. En lugar de mostrar su ira, la descargó sobre Cristo en la cruz y de esa forma hemos sido reconciliados por amor. Este es el amor de Dios, un amor que rescata, que salva, que guarda. Este es el amor que ha sido derramado por el Espíritu en nuestros corazones.
A través de este amor, Dios nos hace participes de la naturaleza divina. No estamos hablando de un amor humano sino de un amor divino que tiene como propósito transformar la vida del hombre. El amor de Dios comienza resolviendo el gran problema del pecado. Hay una relación directa entre el amor de Dios y el pecado. Es que el amor de Dios está asociado con el perdón del pecado.
Entonces la posición del hombre ante Dios ha cambiado, eran enemigos, ahora han sido reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo (Romanos 5:10). Su posición espiritual ha cambiado porque “hemos sido trasladados de las tinieblas a Su luz admirable.” I Pedro 2:9 Este amor se derrama en el corazón para que el hombre reaccione. El amor de Dios tiene que desplazar el ego del hombre para entronizar a Cristo en el corazón.


Entronizar a Cristo implica que buscaremos conocer su voluntad en toda circunstancia y en toda crisis. ¿Por qué esto es importante? Porque cuando cedemos, cuando renunciamos a nuestra voluntad, no la perdemos, la enriquecemos, ya que nadie tiene para tu vida un plan mejor que el de Dios. Es un plan Divino, que no le abandonará y le conducirá a nuevas áreas de devoción y servicio. El te quiere dar nuevos motivos de oración, nuevas metas espirituales, abrir nuevas puertas. El poder de Dios no puede actuar cuando es impedido por la carnalidad y la mundanalidad. Romanos 8:39 “Nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Lo primero que tenemos que saber es que el mundo es un sistema que opera influenciado por Satanás y está diseñado para llamarnos la atención, para atraernos, para seducirnos con el vestido atractivo de la fama, el poder y el placer. Es un sistema que ha ignorado a Dios y olvidado sus mandamientos. El pecado ejerce una poderosa influencia en la naturaleza del hombre y por eso el apóstol Juan concluye que: El mundo está bajo (el control) del maligno” 1ª Juan 5:19.
Los cristianos no debemos dejarnos guiar por la influencia de las cosas del mundo ya que la mundanalidad es cualquier cosa que haga que el pecado parezca atractivo y que la justicia de Dios parezca una tontería. Somos mundanos siempre que vivimos, amamos y tomamos decisiones igual que la gente que no ama a Dios.
Las palabras del apóstol son categóricas. Su consejo no es “no améis demasiado al mundo”, sino “no améis nada del mundo”. Para dar relevancia a sus palabras, agrega “Ni las cosas que están en el mundo”. Las cosas del mundo son generalmente la trampa que atrae y seduce a los hijos de Dios.
Pablo dice, acerca del diablo y sus métodos engañosos para estorbar al cristiano: pues no ignoramos sus maquinaciones” 2ª Corintios 2:11. Es fácil permitir que el mundo nos intoxique y perturbe nuestra mente. Pero debemos resistir la influencia que ejerce sobre nosotros. Por otro lado, no significa que los cristianos han de ser apáticos y antisociales. Mientras estamos en el mundo, estamos bajo la obligación y necesidad de hacer vida normal con los demás, pero no debemos olvidar que los valores y ambiciones del cristiano son otros.
El cristiano es uno que ha dejado al mundo y se ha unido a Jesucristo. Los cristianos somos los que, hemos comprobado que el mundo nos conduce cada vez más lejos de Dios. El mundo ama y busca cosas muy distintas a las que Dios pide. Por ejemplo, el mundo busca a los grandes, a quienes se destacan por sus posesiones, por su intelecto brillante; el mundo reconoce y busca a los que sobresalen por sus dotes personales, por su personalidad atrayente, su preparación académica y más aún, aquellos que tienen “status” sobre los demás.
En cambio, Dios busca a quienes la sociedad desprecia y tienen poco valor, para mostrar en ellos toda Su gracia, misericordia y benevolencia. Así se lo recordó el apóstol a los corintios, que estaban engañados por la falsa sabiduría de su cultura griega: “Porque mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles: Antes lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo flaco del mundo escogió Dios, para avergonzar lo fuerte. Y lo vil del mundo, y lo menospreciado escogió Dios; y lo que no es, para deshacer lo que es: Para que ninguna carne se jacte en su presencia” 1ª Corintios 1:26-29
El cristiano que lee la Palabra de Dios sabe muy bien que la conducta cristiana y la conducta mundana son dos estilos de vida que transitan por caminos paralelos pero que nunca convergen, nunca se pueden unir. Aún los que no son cristianos reconocen y esperan de los hijos de Dios una norma de vida mucho más elevada. Pero la desgracia de muchos cristianos es que rebajan las normas cristianas para acoplarse o moldearse con el mundo, olvidándose (tal vez) que tal cosa es, precisamente, lo que Dios condena en las Escrituras: “No os conforméis a este mundo” Romanos 12:2
No se puede amar a dos señores y complacer a ambos a la vez. Después de 40 años peregrinando por el desierto y habiendo guiado al pueblo a conquistar la Tierra prometida, Josué convocó al pueblo para enfrentarlo a la gran decisión de su vida: “Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” Josué 24:15




EL MUNDO Y SUS DESEOS PASAN
No importa cuánto placer, bienes y regalos recibamos del mundo. El mundo y sus deseos pasan. Salomón fue el hombre que más conoció el mundo y sus pasiones. Él mismo dijo: “No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni privé a mi corazón de placer alguno” Eclesiastés 2:10 Pero el mismo Salomón, que viajó por todas las avenidas del poder, la vanagloria y de las pasiones humanas, tuvo que exclamar, como testimonio a la posteridad: “Todo es vanidad”. Todo lo que el mundo produce y ofrece al hombre, es temporal y al final nos deja con una profunda sensación de insatisfacción y frustración.
El mensaje fundamental de Salomón en su libro Eclesiastés, el cual concluyó con estos sabios consejos: “El fin de todo discurso que has oído es: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:13-14).




TODO LO QUE HAY EN EL MUNDO NO PROVIENE DEL PADRE
El hombre lucha por ser el dueño de su vida y su destino. Santiago. 4:4 Cuando un creyente comienza a simpatizar con las cosas del mundo, su comunión con el Señor comienza a disminuir. El mundo es un seductor que trata de atraer nuestra atención y nuestra devoción. Se halla tan cercano, tan visible y tan tentador, que eclipsa nuestra visión del cielo. Y allí es donde surge el conflicto, porque agradar al mundo no coincide con agradar a Dios.” “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen; y a ellos hará conocer su alianza” (Salmo 25:14).

 


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